Mensajes a Edson Glauber en Itapiranga AM, Brasil
viernes, 20 de julio de 2001
Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz a Edson Glauber

¡La paz esté con ustedes!
Queridos hijos, yo soy su Madre y los amo mucho. Cuánto bien deseo para ustedes y sus familias. Mi Inmaculado Corazón se alegra, porque sus oraciones me están ayudando a salvar muchas almas.
Siempre recen el Santo Rosario. Si me ofrecen sus oraciones con amor y devoción, entonces podré interceder ante mi Hijo Jesús, para que se transformen en gracias y bendiciones para ustedes, sus familias, y para todo el mundo.
Jesús siempre los espera en el tabernáculo y en la Iglesia. Los ama mucho y desea su salvación. Él, el Todopoderoso y Santo, el que es, el que fue y el que viene, renovará todo el mundo con la ardiente llama de amor que se eleva de su Sagrado Corazón.
Cuántas maravillas está logrando mi Hijo Jesús en el mundo. Nunca piensen que mis apariciones en el mundo son de poca importancia, mis pequeños hijos, porque si no ocurrieran, como ahora, muchas almas estarían sufriendo el sufrimiento eterno del infierno, pero gracias a mis apariciones, han encontrado luz divina y gracia, y han sido salvadas porque han vivido mis llamados.
Cuando aparecí a mis pequeños pastores portugueses en Fátima, les enseñé esta pequeña oración: Oh Jesús, perdónanos, líbranos de los fuegos del infierno, lleva todas las almas al cielo y ayuda especialmente a los más necesitados.
¿Por qué les enseñé esta oración? Porque deseo la salvación de todas las almas y deseo enseñar a mis hijos a pedirle a Jesús su salvación y la salvación de sus hermanos; para mostrarles también sobre la existencia del infierno, donde las almas de los pecadores que no desean convertirse van, pero a través de la oración, todo puede cambiar, porque Dios está atento a la oración de intercesión de todos aquellos que oran por aquellos que se han desviado del camino que conduce a él. También quiero mostrar a todos la existencia del purgatorio, donde las almas sufren esperando el momento final de su purificación, para que puedan estar unidos para siempre con el Señor en el cielo.
Que sus corazones estén siempre vueltos hacia el cielo y no hacia las cosas del mundo. Todo pasa, mis hijos, solo Dios permanece. Sean totalmente de Jesús, les digo de nuevo. Les agradezco por su presencia y sus oraciones. Los bendigo a todos: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!
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