Mensajes a Edson Glauber en Itapiranga AM, Brasil
sábado, 25 de febrero de 2012
Mensaje de Nuestra Señora Reina de la Paz a Edson Glauber

¡Paz, mis queridos hijos!
Recen mucho para aprender a amar y a perdonar, porque quien ama hace muy feliz mi Inmaculado Corazón.
Hijos, vivan en el amor, porque quien ama nunca pasará por la justicia de Dios, porque en el amor no hay temor y quien ama siempre tendrá la bendición y la paz de Dios.
Unámonos. Quien verdaderamente quiere ayudarme debe amar a Dios sobre todas las cosas y a su prójimo como a sí mismo. ¿Entienden esto, mis hijos?
Les pido que renuncien al pecado y al mal antes de que lleguen los grandes castigos al mundo, porque aquellos que no han aprendido a amar y a perdonar serán abatidos por ellos.
Vivan los Mandamientos de Dios, sean conscientes de que son hijos de Dios y de la luz, y no hijos del pecado y de la oscuridad.
Dios los llama a Él, a través de mí, y esta invitación que Él les da es un profundo llamado a la conversión y a una nueva vida.
Abran sus corazones y permitan que el amor de Dios entre y los renueve. Hijos, el amor de Dios es tan grande que ni siquiera el universo puede abrazarlos y contenerlos, y sin embargo Dios los ama inmensamente y desea unirse a ustedes en el amor. Estoy en medio de ustedes para ayudarlos a convertirse en de Dios. Ustedes, mis hijos, confíen, confíen en mi ayuda maternal, porque muchos aún no han aprendido a confiar. ¡Estoy aquí! ¡Nunca duden! El amor de Dios destruye todo mal, todo pecado y todo odio.
Crean, crean, porque Dios está llenando sus corazones y sus vidas hoy con su amor puro y santo.
Recíbanlo en sus corazones y vidas ahora, y todo cambiará en sus vidas. Amen, honren y adoren a Dios y Él siempre estará allí para bendecirlos. Los bendigo a todos: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!
Durante la aparición vi otra escena: Nuestra Señora apareció ante el trono de Jesús y, arrodillándose, me invitó a interceder junto con ella ante Él. Nuestra Señora majestuosamente y llena de amor comenzó a suplicar a Jesús por el mundo y por todos nosotros. En ese momento, comencé a pedir y a suplicar por todo lo que se me venía a la mente y que Dios me hacía sentir en mi corazón. Sabía que en ese momento estaba sucediendo algo muy especial, y rogué más ardientemente junto con la Madre de Dios ante su Divino Hijo. Al final, Jesús mirando a todos nosotros y al mundo nos dio su bendición con autoridad y poder. Fue algo inexplicable y
que no se puede describir con palabras. Entendí lo valiosas y preciosas que son las súplicas e intercesión de Nuestra Señora ante Jesús. Cuantas gracias pierden los hombres cuando no recurren a la intercesión de la Madre de Dios, hay miles y miles de gracias.
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