Las veinticuatro horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

Las 24 Horas de la Amarga Pasión de Nuestro Señor Jesucristo por Luisa Piccarreta, la Pequeña Hija de la Divina Voluntad

Vigésima Tercera Hora
De 3 a 4 PM

Lanzada al costado de Jesús. Deposición de la Cruz

Preparación antes de cada hora

¡Mi Salvador fallecido! La naturaleza lanzó un grito de dolor al ver tu partida y lloró tu muerte dolorosa, reconociéndote como su Creador.¹ Los ángeles se ciernen alrededor de tu cruz por miles y miles, lamentando tu muerte, adorándote como el verdadero Dios y acompañándote a Limbo, donde beatificas a esas innumerables almas que han estado esperando tu llegada durante siglos y milenios.

¡Mi Jesús! No puedo apartarme de la cruz, no me sacio besando tus santas heridas, las cuales me hablan con insistente elocuencia cuánto me amaste. Cuando veo tu cuerpo desfigurado, las heridas tan profundas que tus huesos quedan al descubierto, oh, entonces pienso que debo morir. Quiero lavar tus heridas con mis lágrimas, quiero amar-te tan profundamente que mi amor las sane y devuelva a su belleza natural tu humanidad, que ha quedado completamente irreconocible. Quiero donar mi sangre para llenar tus venas anémicas y llamarte de vuelta a la vida.

¡Mi Jesús, qué no puede hacer el amor! El amor es vida. Quiero darte vida con mi amor. Pero si el mío no basta, entonces dame tu amor, con el cual puedo hacerlo todo. Seguramente podré devolver la vida a tu santísima humanidad.

¡Mi dulce Jesús! Incluso después de tu muerte, quieres mostrarme, incluso probarme, que me amas y has preparado un lugar de refugio para mí en tu Corazón. Llega un soldado quien, obedeciendo una autoridad superior, quiere asegurarse de tu muerte. Abre tu costado con una lanza, inflige una profunda herida y traspasa tu corazón. Tú, mi amor, derramas las últimas gotas de sangre y agua que aún contiene tu amante corazón. ¡Oh, qué no dice esta herida, abierta por el amor, a mí! Aunque tu boca haya enmudecido, tu corazón sigue hablando, y me habla:

"Hijo mío, después de haber renunciado a todo, quise abrir un lugar de refugio en Mi Corazón para todas las almas mediante esta lanza. Este corazón abierto llamará sin cesar a todos: 'Venid a Mí si queréis ser salvados. En este Corazón encontraréis santidad y os haréis santos, en él consuelo en la aflicción, fuerza en la debilidad, paz en la duda y compañía en el abandono. Almas mías que anheláis amor por Mí, si realmente queréis amarme, entonces venid y habitad en este Corazón mío. Aquí encontraréis verdadero amor por Mí, llamas ardientes que os encenderán y consumirán completamente. Todo tiene su centro en este corazón. Aquí están Mis sacramentos, aquí está Mi Iglesia, aquí late la vida de ella y la vida de todas las almas.' En este Corazón también siento los sacrilegios contra Mi Iglesia, los ataques de sus enemigos, las flechas que la hieren, los sufrimientos de Mis hijos que son pisoteados. Sí, no hay insulto que este Corazón mío no sienta. Por lo tanto, hijo mío, sea tu vida en este Corazón mío, defiéndeme, expiad por Mí y guíame a ellos."

¡Mi amor! Si una lanza ha herido Tu Corazón por mí, entonces te ruego que Tú también hieras mi corazón, mis inclinaciones, mis deseos y todo mi ser con Tus propias manos. Que no haya nada en mí que no sea herido por tu amor. Uno lo que sufro con los inmensos sufrimientos de nuestra querida Madre María, quien al ver Tu Corazón traspasado estuvo a punto de morir de dolor y amor.

Mi Jesús, en este Corazón tuyo traspasado encontraré mi vida. Todo lo que necesito para poder trabajar, lo tomaré de este corazón. Entonces mis pensamientos ya no serán viables por sí mismos, y aunque vengan, haré los tuyos propios. Mi propia voluntad tampoco será viable, y aunque se agite, me aferraré a la tuya. Mi propio amor morirá. Si revive, tomaré el tuyo. Jesús, toda Tu vida es mi vida. Esta es Tu voluntad, y esta es mi voluntad.

Deposición de la Cruz

Mi Jesús que moriste en muerte! Veo que los discípulos se apresuran a bajarte de la cruz. José de Arimatea y Nicodemo, quienes han estado escondidos hasta ahora, quieren darte un entierro honorable, lleno de valor y sin miedo al hombre. Por eso toman martillo y tenazas para cumplir con la santa aunque tan triste tarea de desatarte de la cruz, mientras Tu Madre, traspasada por el dolor, extiende Sus brazos para recibirte en Su regazo.

Mi Jesús! Mientras te desatan de la cruz, también quiero ayudar a Tus discípulos y sostener tu santo cuerpo. Con Tu santa Madre Te adoraré, mostraré la ternura de mi amor y luego me encerraré en Tu corazón, sin volver a salir nunca más.

Reflexiones y Prácticas

por San Fr. Annibale Di Francia

Después de su muerte, Jesús quiso ser herido por una lanza por Amor a nosotros. Y nosotros—¿nos dejamos herir en todo por el Amor de Jesús; o más bien nos dejamos herir por el amor de las criaturas, por los placeres y por el apego a nosotros mismos? También la frialdad, la oscuridad y las mortificaciones, tanto interiores como exteriores, son heridas que el Señor hace al alma. Si no tomamos estas delas manos de Dios, nos herimos a nosotros mismos, y nuestras heridas aumentan pasiones, debilidades, autoestima—en una palabra, todo mal. Por otro lado, si las aceptamos como heridas hechas por Jesús, Él pondrá Su Amor, Sus Virtudes y Su Semejanza en estas heridas, lo que nos hará merecer Sus Besos, Sus Caricias y todos los ardides de un Divino Amor. Estas heridas serán voces continuas que Lo llamarán y forzaran a morar con nosotros continuamente.

¡Oh mi Jesús, sea tu lanza mi guarda que me defienda de cualquier herida de las criaturas!

Jesús se deja depositar desde la Cruz en los brazos de Su Mama. Y nosotros—¿depositamos todos nuestros miedos, nuestras dudas y nuestras ansiedades en las manos de nuestra Mama? Jesús descansó sobre el regazo de su Divina Madre. ¿Y dejamos que Jesús descanse echando fuera nuestros miedos y nuestras agitaciones?

Todos: Mi Mama, con Tus Manos Maternales quita de mi corazón todo lo que pueda impedir a Jesús descansar en mí.

¹ La tierra tembló, las rocas se quebraron, los sepulcros se abrieron, los muertos resucitaron y el velo del templo se rasgó.

Sacrificio y Agradecimiento

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